Hace dos semanas que celebramos el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. A tal efecto, a petición del Servicio Municipal de la Mujer del Ayuntamiento de Avilés, escribimos el artículo que a continuación reproducimos y que fue publicado en el número 25 de la revista «Nosotras»:
En esta sociedad en la que vives, ¿no crees que percibes situaciones que, por la fuerza de la costumbre, no calificarías como violentas aunque lo sean? Tu respuesta a estas preguntas puede ser «Sí» o «No». A lo largo del artículo comprobarás que estás expuesto/a a más situaciones violentas de las que piensas.
La fuerza de la costumbre
Si bien es verdad que contamos con más habilidades para identificar situaciones de violencia física, se observa que hay otro tipo de violencia más sutil y cotidiana que queda enmascarada; otro tipo de violencia también tremendamente perjudicial, la violencia emocional.
Es de sobra conocido que la violencia puede aparecer en cualquier contexto: familiar, de pareja, escolar, vecinal, laboral. Es decir, puede darse en cualquier interacción y, precisamente por esto, hay ocasiones en las que se puede convertir en habitual, en costumbre. Podemos afirmar que la violencia no es una excepción en nuestro día a día, porque aparece en numerosos contextos cotidianos, dándola incluso en ocasiones por buena como estrategia para alcanzar nuestros objetivos.
Ahora bien, no debes perder de vista que la utilización de la violencia como única estrategia para alcanzar un fin o resolver un conflicto depende tanto del uso y de las herramientas no violentas que poseas, como de la aceptación de la violencia que exista en tu entorno. De ahí que si careces de habilidades eficaces y sanas de resolución de conflictos y además, tienes permiso para utilizar la violencia, habrá más probabilidades de que la utilices en tus interacciones interpersonales, que traslades esos modos a otras personas y que permitas que la utilicen contigo.
Por ello, debes entrenarte en la detección de situaciones violentas a nivel emocional. Esto será muy útil tanto para intentar prevenirlas como también para potenciar tu pensamiento crítico y así oponerte a su aceptación.
Identificar las situaciones violentas
Nos encontramos con una dificultad a la hora de identificar y definir una situación como violenta. Frecuentemente, contemplamos exclusivamente la agresión física — pegar, abofetear, empujar, golpear — como ingredientes para definir un comportamiento como violento, es decir, realizamos una definición de banda estrecha.
Para llevar a cabo una identificación más adecuada, debemos percibirla desde una perspectiva más amplia, lo que se entiende por violencia de banda ancha: aquella que tiene en cuenta todas las tipologías de la violencia y que contempla otro tipo de comportamientos como las amenazas, los insultos, los chantajes, las intimidaciones, es decir, las agresiones emocionales.
Además, hay que tener siempre presente que cada agresión física conlleva, también, un factor de violencia emocional. Por ejemplo, un empujón ocasiona una dolencia física y también contiene un mensaje acerca de la consideración que la persona que lo da tiene sobre la persona que lo recibe. Entrando también en juego más factores, como son: la relación que existe entre esas dos personas, la frecuencia y duración del tipo de agresión, la repercusión en otras áreas vitales y los recursos disponibles para afrontarla.
Relación bien tratante: obligaciones y derechos
Se define una relación bien tratante como aquella en la que existe
la obligación de no dañar y el derecho de no ser dañado. Esta definición aparece en el estudio «Prevalencia del maltrato de pareja contra las mujeres» llevado a cabo en 2002 desde la Facultad de Psicología de la Universidad de Oviedo por Yolanda Fontanil, Esteban Ezama, Roxana Fernández, Pura Gil, Francisco Javier Herrero y Dolores Paz (Universidad de Oviedo y Centro de Investigaciones Comunicacionales. Psicothema 2005. Vol. 17, nº 1, pp. 90-95, ISSN 0214 – 9915).Las palabras que utilizas
Las palabras violentas, los gritos, las amenazas, los insultos, las descalificaciones, los chantajes, como por ejemplo: «no vales para nada», «eres malo», «no eres una niña buena», «eres tonto», «ya no te quiero», no dejan marcas visibles, pero pueden tener graves consecuencias sobre el desarrollo psicológico y emocional de las personas, más aún en aquellas que son más vulnerables, con menos recursos de afrontamiento y menos apoyos. Las palabras violentas hieren, las palabras violentas dichas frecuentemente hieren aún más, las palabras violentas dichas frecuentemente por personas significativas dejan una herida difícil de cicatrizar.
Debemos prestar atención a lo que decimos, a cómo lo decimos y a quién lo decimos, ya que hay ocasiones en las que podemos estar haciendo uso de la violencia emocional, enmascarada en comportamientos cotidianos permitidos y aceptados socialmente.
Para finalizar: el macrosistema
Entretanto, sigamos alimentando y ponderando la crueldad en los medios de comunicación, las descalificaciones en los debates, las agresiones en los juegos, la rivalidad — más allá del campo — en algunos deportes, la imposibilidad de acercar posturas en la política, la deslegitimación en las relaciones interpersonales más cercanas, etc. estaremos avanzando en el camino de la inmunidad hacia la detección de la violencia y en la perpetuación de la misma.